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El periodista Josele Sánchez denuncia el genocidio en español: "un aborto cada 5 minutos, más de 2 millones de niños asesinados"


Josele Sánchez (Especial para AD). Uno de los pilares en los que se sustenta la Ideología de Género es en la premeditada manipulación de lenguaje; así, incluso los antiabortistas, acostumbran a definir la situación del aborto en nuestra nación como “un drama social”. No, no es un drama social: más de dos millones de niños no nacidos, más de dos millones de niños asesinados desde la aprobación del aborto en España no es un drama social sino que debe calificarse como lo que es: un genocidio en toda la regla. Gracias a la aprobación de la Ley del Aborto por el gobierno socialista de Felipe González (y todas las sucesivas modificaciones de la Ley, que jamás fueron revocadas cuando el Partido Popular alcanzó el gobierno) en la actualidad se asesina en España a un niño cada cinco minutos, asesinato –además- financiado con el dinero de todos los contribuyentes. Comentaba la habitual y deliberada manipulación del lenguaje que el marxismo cultural ha ido imponiendo en nuestra sociedad con fines perversos. Ahora al aborto se le denomina, de manera fraudulenta, Interrupción Voluntaria del Embarazo.

Genéricamente una interrupción indica la detención de un proceso que puede reanudarse en cualquier momento. ¿Cómo reanudar la vida tras el asesinato de un niño en el seno materno? ¿Acaso han escuchado ustedes alguna vez que a quien se suicida ahorcándose se le denomine “Interrupción Voluntaria de la Respiración”? No es algo baladí esto de la planificada manipulación del idioma por parte de los malvados ideólogos que nos imponen esta “Dictadura de Género”: el objetivo es edulcorar todo aquello que para la moral y la ética resulta repulsivo para presentarlo como un acto normal, cotidiano, light, descafeinado… ¿normal el asesinato de un bebé?, ¿light, descafeinado, políticamente correcto, socialmente asumible el atentado mortal contra el ser más indefenso de todos? A mayor abundamiento, al término “Interrupción” se le añade con perversión estudiada la palabra “Voluntaria”: tampoco es un acto voluntario el asesinato de un niño en el seno materno por mucho que haya sido solicitado por la mujer gestante ya que el aborto es ofrecido en sucias campañas propagandísticas institucionales, bajo engaños y ocultamiento generalizado de la verdad, no informando ni proporcionando a la solicitante evidencia científica alguna sobre el dolor y las graves consecuencias físicas que sufrirá el bebé no nacido en el momento de su asesinato ni, mucho menos, sobre las graves consecuencias psicológicas que sufrirá la madre el resto de su vida. Y todavía es menos cierto que se trate de un acto “Voluntario” desde el momento en que muchas mujeres en situación de vulnerabilidad social son presionadas al aborto por su entorno social, a veces por su mismísimo entorno de atención médica cuando se sospechan problemas de salud e incluso en algunos casos las mujeres también son presionadas con violencia y amenazas por parte de sus parejas en un entorno de violencia doméstica.

Por el contrario, se ha llegado a criminalizar (hasta con penas de cárcel) a quienes se concentran a las puertas de los “abortorios” para ofrecer la información que la demandante no obtendrá dentro de aquellos lugares que -disfrazados de clínicas modernas y repletos de carteles en defensa de la libertad femenina- están dedicados exclusivamente al ”gran negocio del asesinato del bebé no nacido”.

Para el sistema la manipulación del lenguaje resulta absolutamente prioritaria; así legisladores y gobernantes son capaces de adscribir el aborto dentro del negociado médico de la “planificación familiar” y la “salud sexual y reproductiva”; es decir, para planificar bien lo que va a ser una familia te brindamos la posibilidad de “ejecutar” a uno de sus miembros. Al exterminio de tu bebé lo denominamos “salud sexual y reproductiva”. No se puede ser más inmorales. Si no se tratara de una tremenda tragedia resultaría hasta cómica esta adulteración de términos. Ahora, gracias a las políticas feministas de Irene Montero & Cía, las adolescentes de 16 años podrán asesinar a sus hijos sin permiso de sus padres. Una nueva conquista para la mujer… ¡que triste que la sociedad esté tan ciega!

Breve historia del genocidio de bebés en España

Cuando en el año 1985 del siglo pasado, bajo el gobierno de Felipe González, el Congreso Español aprobó el artículo 417 bis del Código Penal mediante la Ley Orgánica 9/1985, quedaba despenalizado el aborto en España bajo tres supuestos: “cuando peligra la vida de la madre o su salud mental”, sin límite de tiempo del embarazo; “cuando el embarazo se ha producido por violación” durante las 12 primeras semanas y – “cuando el feto (bebé) presenta graves taras físicas o psíquicas” durante las 22 primeras semanas, para eliminar a seres humanos discapacitados antes de que nazcan. La Lay fue sancionada por el Jefe del Estado, Juan Carlos I que, desde ese momento, se convirtió en cómplice, legalizador y responsable final de la muerte de los más de dos millones de bebés exterminados desde entonces y hasta día de hoy.

Siempre me he preguntado cómo debe sentirse, qué pasa por la cabeza de un juez estadounidense que decreta la muerte de un reo en las horas previas a su ejecución, o qué pensará un dictador cuando firma la muerte de un adversario político.

Juan Carlos I (también conocido por “El Campechano”) oficialmente católico -si bien su comportamiento corrupto y libertino deja en evidencia lo poco que ha ceñido su vida a las normas de la Santa Iglesia Católica- tuvo las mismas objeciones morales en sancionar la Ley del Aborto que en desviar comisiones para su fortuna personal durante todo su reinado. Los monárquicos empedernidos siempre lo defendieron bajo la excusa de que el Rey reina pero no gobierna y que la Constitución no le permite oponerse a las leyes que decretan los gobiernos. Cierto, pero ¿qué era más importante, mantener su Corona o estar en paz con Dios y con su conciencia? En clara contraposición a la poca conciencia y la nula dignidad del Rey Emérito, en Bélgica, país de nuestro entorno de la UE, el Rey Balduino (que como el Borbón carecía de atribuciones constitucionales para vetar una ley) fue coherente con su conciencia y prefirió abdicar antes que promulgarla. Entonces el rey de los belgas remitió una carta al Parlamento en la que le notificaba su decisión de no convalidar una ley que consagraba “una sensible mengua del derecho a la vida de los más débiles”. Agregó que el texto le suscitaba “graves problemas de conciencia”, advirtiendo sobre el agravio que la ley significaba para los minusválidos y sus familias. “Comprenderán -les dijo a los legisladores- por qué no puedo asociarme a esta ley, pues firmándola asumiría una inevitable corresponsabilidad. Al actuar así, no he elegido una vía fácil. Sé que corro el riesgo de no ser comprendido por una parte del pueblo, pero ese era el único camino que podía seguir según mi conciencia”. Balduino concluyó su intachable alegato con dos preguntas fundamentales: “¿Sería lógico que yo sea el único ciudadano belga que se ve forzado a actuar contra su conciencia en una materia esencial? ¿Acaso la libertad de conciencia sirve para todos salvo para el rey?”

 Conciencia –decía el monarca belga- un término que nunca ha ido asociado a la historia de los borbones en España y que, en este asunto, le hace responsable (como exponía en párrafos anteriores) de los más de dos millones de bebés asesinados desde que Juan Carlos I, con su firma, diera legalidad al aborto en España. “Firmándola asumiría una inevitable corresponsabilidad” decía Balduino de Bélgica. Juan Carlos I de España firmó (y por dos veces, además, como veremos en el siguiente párrafo). Por tanto, cada 5 minutos se asesina un bebé en España por directa responsabilidad del anterior Jefe del Estado y padre del actual Felipe VI.

El 5 de julio de 2010, bajo el gobierno del PSOE de Rodríguez Zapatero, entró en vigor en España la ley Orgánica 2/2010, de “Salud Sexual y Reproductiva” (Ley nuevamente sancionada por el rey Juan Carlos I) que contempla el aborto a petición como «derecho» de la mujer, al que la mujer puede someterse siempre que lo haga dentro de las 14 primeras semanas de embarazo. Se amplía este “derecho” hasta las 22 semanas de gestación si el embarazo supone un “grave riesgo para la salud física o psíquica de la madre”, o si el bebé presenta “graves anomalías”, presentando un simple informe médico. Las menores de edad, pueden acogerse a este “derecho” sin consentimiento paterno.

Por su parte el gobierno de la otra gran formación política española, el Partido Popular (PP), que previamente se había manifestado contra las leyes del aborto del PSOE, no sólo no cambió ni derogó dichas leyes al llegar al Gobierno, sino que además ha seguido permitiendo e impulsando el negocio del aborto, financiándolo con el dinero de todos los contribuyentes (y contribuyentas que gustarán decir las impulsoras del “lenguaje inclusivo”).

En España mueren más bebés asesinados que enfermos de COVID19. El aborto primera causa de mortalidad.

En España dos de cada cinco embarazos termina en aborto (según el Instituto de Política Social –IPSE-), y denuncian que “no hay compromiso alguno por parte de los poderes públicos para garantizar la protección del nasciturus”. El drama del aborto en España es de tal magnitud que se ha convertido en la principal causa de mortalidad que “incluso se lleva más vidas que la COVID”. Sostiene el IPSE que “en España se realizan más de 263 abortos al día y 99.149 abortos al año, por lo que el Instituto de Política Social exige un compromiso de carácter urgente a los poderes públicos, para que garanticen la protección del “derecho incuestionable de vivir”. Pablo Hertfelder García-Conde, presidente del Instituto de Política Social (IPSE), manifestaba con motivo del Día Internacional de la Vida: “solo podemos pedir que de una vez por todas, se recuerde que los niños tienen derecho a vivir. España es líder en abortos y fracasa en políticas de apoyo íntegro a la maternidad, por desgracia, se prefiere la muerte a la vida”.

Por el contrario, la realidad política en nuestra nación pasa por la persecución (incluso con penas de cárcel) de quienes acuden a las puertas de “los abortorios” para hablar con las madres, para mostrar a una mujer embarazada que lo que lleva dentro es una vida, para invitarla a que se lo piense dos veces. Se acusa de acosar ilícitamente a quien ofrece a la gestante una ecografía gratuita para que pueda ver a su hijo y escuchar su latido cardiaco antes de tomar la decisión de acabar con su vida. Se acosa, se descalifica y se persigue a quienes se ofrecen a las embarazadas a seguir adelante con el proceso de vida que lleva en su vientre, a ayudarle durante el embarazo, a acompañarle en el parto y no abandonarla a su suerte en la crianza de su hijo.

Del tremendo negocio que hay detrás del aborto podemos hablar en otro reportaje; también da para otra publicación y merecen mi admiración y reconocimiento la cantidad de asociaciones y de buenas personas que apoyan a las gestantes que deciden no asesinar a sus hijos, personas y entidades que (a diferencia de lo que hace el gobierno) no van a abandonar a esas madres en ningún momento.

Los no nacidos son, sin duda, los más necesitados de ayuda

Este periodista ha dedicado una buena parte de su carrera profesional a la defensa de la infancia en todos los ámbitos. Ello le ha proporcionado algún reconocimiento (algunos premios inmerecidos) y no pocos sinsabores (entre ellos enfrentarme, en la actualidad, a peticiones de casi medio siglo de cárcel por mis denuncias sobre la pederastia institucional. No entiendo mi trabajo (siquiera entiendo mi vida) sin la defensa de los niños hasta las últimas consecuencias (y cuando afirmo “hasta las últimas consecuencias” no es, en mi caso, una forma de expresarme sino una realidad muy dura a la que me enfrento). Así las cosas no comprendo la defensa de la infancia si no es desde un punto de vista integral: pederastia, pedofilia, abusos sexuales, ciberacoso, robo de tutelas, mal trato infantil, explotación laboral de los menores… etc. No comprendo cómo se puede ser un activista consagrado a la defensa de la infancia y no hacerlo desde el mismo instante de su concepción; defender a los niños significa defender lo más preciado y lo más frágil de nuestra sociedad: y entre los más frágiles, los no nacidos son, sin duda, los más necesitados de ayuda.

Hasta aquí he expuesto los motivos éticos por los que mostrarse decididamente en contra del asesinato de bebés; ahora tan solo de pasada, argumentaré también motivos patrióticos: España se nos muere, nuestra nación desaparece.

En 30 años España asistirá a su suicidio demográfico como nación

España ya es el 5º país del mundo con peor índice de fecundidad. Las españolas, junto con las irlandesas, son las mujeres de la UE que tienen su primer bebé más tarde, lo que dificulta la posibilidad de que haya un aumento de nacimientos en los próximos años. El aumento de la inmigración (cuyas mujeres se reproducen casi tres veces más que las españolas) hace que, inevitablemente, España haya metido la sexta marcha en el camino hacia su desaparición como nación si no se aborda de inmediato su demografía y natalidad; la evolución de la natalidad en nuestra patria está en una situación crítica: cada vez nacen menos niños españoles en clara contraposición con el aumento de la natalidad de la población inmigrante La edad media a la que la española tienen su primer hijo, supera los 32 años. El déficit de natalidad en España es de tal magnitud que está provocando la inversión de la pirámide poblacional: España lleva más de 35 años por debajo del nivel de reemplazo generacional. Se necesita, al menos, 240.000 nacimientos españoles más anuales, para solucionarlo. Todo ello está, convirtiendo a España en una nación vieja y sólo reemplazada por la inmigración, donde hay dos millones más de personas mayores que de jóvenes, y de seguir esta tendencia, en el 2050, España asistirá a su suicidio demográfico como nación.

Estos datos son tan escalofriantes como ciertos; y además no son fruto de la casualidad ni de los cambio0s de tendencia. Lo que ocurre en España con el aborto, como lo que ocurre con la inmigración, viene perfectamente diseñado en el plan Kalergi. 

También por afirmar esto se me acusará de conspiranoico. Sólo le pido a Dios no vivir para entonces aunque esta es la nación que voy a dejar en herencia a mi hija. Lo mismo les pasa a ustedes.

Fuente: Alerta Digital

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